17 de abril de 2017
Queridos amigos y amantes de las plantas:
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente, ha resucitado! Y la liturgia nos asegura que, con su claridad ilumina al Pueblo rescatado con su Sangre. Contamos pues, con la Luz de Cristo.
Y de luz va la cosa esta semana, pero ahora sí, referida a nuestras plantas.
Ya empezamos a hablar de las plantas de interior, y hoy nos vamos a centrar en la luz que éstas requieren.
Todas las plantas necesitan luz. En realidad, ninguna planta es de interior, todas tienen su hábitat natural en el que se desarrollan, y éste nunca es dentro de nada, bien sean tropicales, de altas montañas, desérticas, lugares húmedos, etc. Unas están protegidas de los rayos solares, como las que crecen en los bosques tropicales, que suelen estar debajo de espesas capas de hojas provenientes de los árboles que crecen sobre ellas. Son plantas que se han desarrollado en un efecto invernadero, pero no carentes de luz. Por eso, no pensemos nunca que podrán sentirse a gusto en lugares de la casa que no estén bien iluminados y con cierta aireación. Es importante que tengamos esto en cuenta.
Si la luz que reciben atraviesa el cristal, y el sol es muy directo, este cristal puede hacer el efecto lupa y quemar sus hojas.
Otra cosa a tener en cuenta es que las plantas tienden a crecer hacia la ventana, que es su principal fuente de luz. Si las dejamos a su aire, crecerán torcidas y se nos quedarán pobres en la parte que no reciban la luz directa. La solución está en ir girando la maceta de vez en cuando, una vez a la semana por ejemplo, y así conseguiremos que crezcan redondas y proporcionadas.
Hasta la próxima semana, que Dios os bendiga. Y feliz Pascua de Resurrección.